Quisiera ser sus buenos días y sus noches en vela, sus mensajes sorpresa en mitad de la vida, su risa descontrolada por cualquier tontería. Quisiera ser el soplo de aire que necesiten sus alas, toda la fuerza que le haga falta para levantarse siempre después de cada caída, retomar el vuelo y perderse en lo alto, allí donde todo resbala, donde nadie daña, donde solo importa el gélido viento que seca todas las lágrimas.
Quisiera ser solución, nunca problema. Ser su motivo, sus ganas de ser feliz. Ser su último primer beso, único amor que al final importe. Quisiera ser su refugio cuando la vida truene, cuando aceche la tormenta y busque un abrazo que la proteja de los fantasmas.
Quisiera ser el verso fugitivo de sus labios, el rincón de su mundo en que se sienta a salvo. Quisiera ser aquel que le devuelva la ilusión, la esperanza de creer en un amor que, por una vez, no destruya y se ponga el mono de trabajo para ayudar a reconstruir los cimientos de su vida, corazón en ruinas que todavía hoy sigue tratando de recuperarse del terremoto del pasado.
Quisiera ser capaz de decirle todo cuanto siento, sacar de una vez todo esto que llevo dentro desde hace tanto tiempo que ya ni siquiera recuerdo cuándo me perdí, cuándo choqué contra la verdad de sus ojos y me enamoré de alguien que, a pesar de todo, aún no se ha fijado en mí.
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