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Ojalá la merezca

La emoción no se mide en besos o palabras, se mide en latidos. Y mi corazón late desenfrenado desde que la conocí. Son dos los latidos que me gritan: “es ella”, por cada tres que me dicen: “esta vez, sí”.  Y así, de cinco en cinco cuando otros sólo laten una vez, me ilusiona como hacía mucho tiempo que nadie lo conseguía. Será que sus labios son mi perdición, que su mirada llena de felicidad me atrapa en el principio de esta historia que, espero, no tenga final.  No lo sé. No me gusta pensar demasiado en el futuro. El pasado me ha demostrado que cuanto mayor es la ilusión, mayor es el dolor. Y, sin embargo, aquí me tienes, entregando el corazón una vez más a la batalla sin miedo a la caída.  

No se merece menos. 

Si antes llegué a hacer lo mismo con amores que nunca se merecieron este regalo, ella, que ha sido capaz de despertar mi amor de un sueño olvidado, se merece que mis miedos, mis dudas, mis heridas, se queden a un lado, por una vez.  No seré yo quien frene todos estos sentimientos. Ojalá ella tampoco tenga miedo de arder en este incendio, rehacer el presente en las cenizas de un pasado que ya nunca nos volverá a alcanzar.  Seremos los dueños de nuestro mañana, los únicos que puedan decidir a dónde lleva todo esto. Ojalá ella sea futuro, ojalá yo sepa cómo mantenerme en el suyo. Ojalá la merezca, ojalá no cometa los errores que cometieron otros en el pasado.  Ojalá nunca le duela. No querría ser motivo de ninguna de sus lágrimas, solo de sus sonrisas. Y que sonría siempre en este mañana que nos promete la vida y que parece que, por una vez, encontramos en el otro a la persona adecuada. 




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