Algo esconde su mirada que me llena de vida cuando sonríe, con los ojos, como solo ella sabe. Es capaz de decir más con una sola mirada que todos nosotros con palabras. Será que de sus ojos nacen todas mis esperanzas pues, mientras estén fijos en mí, mi mundo seguirá teñido con el verde de sus pupilas, haciendo de cada día de invierno una alegre primavera en la que nada importe más que el presente que nosotros mismos creamos cada día.
Ella me lo enseñó.
Algo esconde su sonrisa, tan esquiva como el viento, pero tan radiante como el sol. Capaz de eclipsar todas mis estrellas con tanta luz, valiente guerrera que la usa como escudo siempre que la vida aprieta. Pues eso es ella: la guerrera más fuerte de este mundo gris que se tiñe de color solo cuando ella avanza.
Es como el agua, como el río libre y salvaje que humedece de vida todo cuanto toca. Es la vida que me faltaba antes de bañarme en ella, antes de quedar atrapado en la corriente de sus labios. Un beso suyo me hace volar alto. Tanto como ella misma vuela cuando abre las alas y me coge de la mano. No te haces ni una pequeña idea de lo bonito que es volar a su lado.
Las nubes no son más que pedacitos de algodón con sabor amargo. Ella me lo enseñó. No hay que tenerle miedo a las alturas, a vivir como a ti te dé la gana. Si la vida te eleva, vuela. No tengas miedo a caer.
Yo lo sé.
No importa lo alto que esté, su mano en la mía será siempre el mejor salvavidas y nunca habrá un mañana en que su risa o su mirada, pierdan la vida con que me llenan en cada nuevo amanecer.
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