Te hice el amor, o el amor nos hizo, llámalo como quieras. De ahí nació algo nuevo, diferente, que nos unió al ritmo del vaivén de tus caderas mientras la luna creciente nos sonreía desde el cielo, testigo mudo de un amor que comenzaba y que, iluso de mí, ninguno de los dos sabía realmente controlar.
Creamos algo maravilloso aquel día, hermosa sinfonía con notas de sudor y gemidos callados entre las sábanas que habrían de ocultar el paraíso que ante mis sentidos se extendía.
Besé tu cuello con la esperanza de que su curva me llevara al cielo, y vaya si lo hizo. La pasión y la entrega total, primera de tantas, nos unió como nunca antes nos habíamos unido. Entonces fuimos uno y uno fuimos desde entonces.
A pesar de aquellos que nos quisieron separar, de los que nunca creyeron y de los que aún hoy esperan al acecho. A pesar de las inseguridades y los recelos, a pesar de tantas cosas que escapan por completo a nuestro control…
A pesar de todo eso, esa noche nos amamos como nunca y de ahí nació algo puro, algo fuerte y resistente, algo que nadie podría llegar a romper a menos, claro está, que uno de nosotros deje de amar.
Pero eso es cosa del mañana, de un futuro incierto del que es mejor olvidarse y esperar viviendo.
Así que ahora, por favor, déjalo todo y ven, que te quiero amar un instante antes de que las estrellas se aburran y la noche acabe.
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