Me di cuenta mucho antes que tú misma de que ya te había perdido. Pequeños gestos, miradas o frases más cortas de lo acostumbrado fueron los síntomas de un fin próximo, alargado solo por la espera de un adiós definitivo que ninguno de los dos sabía cómo llegar a dar.
Pero llegó, tarde o temprano habría de hacerlo y quiso el mundo que fueras tú quien se atreviera a pronunciarlo primero. No hubo lágrimas, no hacía falta llorar por algo muerto tiempo atrás. No hubo gritos, para qué, ni abrazos de despedida. Hubo un adiós, un silencio y una distancia impuesta en el vacío que se hubo de abrir entre nosotros.
Hoy miro atrás, al tiempo que pasamos juntos y no me arrepiento. Sí, puede que el final no fuera bonito, ni el deseado en un principio, pero toda historia tiene uno y nosotros no habríamos de ser menos. Nos tocó el final feo, el que nadie quiere, pero a alguien tenía que tocarle.
A pesar de eso, aún noto el sabor agridulce de las cosas que nunca dije, de lo que callé para ahorrar discusiones o peleas. Puede que hubiese sido mejor no callar y decir ciertas cosas, puede que así nos hubiésemos entendido mejor, puede…
Qué más da. No hace falta volver a pensar en ello, cuando ya se ha decidido y ningún lamento hará reaparecer lo que un día sentimos. Pero…¿fue bonito verdad?
Al menos todo hasta el final, quiero decir. Recogerte en tu puerta para ir a abrazar aquella soledad de estar juntos olvidándonos del tiempo. Desayunos de chocolate y besos se convirtieron en la mejor manera de despertar, y la lluvia en la calle nos daba otra excusa más para abrazarnos bajo una manta, sin hacer mucho caso a la película que nos llevó más de media hora elegir.
Nuestras manos entrelazadas nos acompañaban en un mundo que pasó a ser maravilloso desde el mismo instante en que entraste en él, y que ahora que no estás se resiente y echa en falta la alegría de esa sonrisa que me enamoró un día.
Ojalá la vida te lleve a encontrar a alguien que sepa valorarte como un día lo hice yo, pero que no tropiece en las mismas idioteces que me llevaron a perder lo que un día más quise. Y es que, aunque ahora seguimos caminos separados, cuando miro atrás y veo lo que viví a tu lado, solo soy capaz de pensar en la suerte de haber compartido mi camino contigo.
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